La Brecha Generacional y los Catorce Negritos

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Dr. Julio Vargas

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Por: Rvdo. Dr. Julio R. Vargas Vida

Capellán de la Universidad Interamericana y de la Reserva del Ejército de los Estados Unidos. Fungió como capellán del 77th Combat Sustain Support Batallion en Afganistán durante los años 2013-2014 como parte de Operation Enduring Freedom.


“Unos nacen y otros mueren, pero la tierra jamás cambia.”

Eclesiastés 1.4

“Cada generación se revela contra sus padres y se reconcilia

con sus abuelos.”

Lewis Mumford, en The Brown Decades

“Cada generación se imagina ser

más inteligente que la anterior

y más sabia que la que irá después.”

George Orwell, de Collected Essays,

Journalism, and Letters of George Orwell

Desde la década de los años 60 comenzamos a crear una sociedad que glorifica al género masculino, al joven, al educado, al blanco y al rico.  La tendencia entre la población joven es la de visualizar a los viejos como estorbos al progreso y no le reconocen el cúmulo de sabiduría que ellos poseen (Figueroa 1997, 33).  Estas son palabras de la Reverenda Inés Figueroa en su reciente estudio sobre la situación socio-económica de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en PR.  Y no hay nada más lejos de la verdad ya que nuestra iglesia pasó por una crisis en la década de los 60 que aún nos carcome y aún nos afecta a todos y todas, laicos y laicas, pastores y pastoras. 

El Puerto Rico de los años 60 estuvo lleno de conflictos generacionales y contradicciones, ligadas mayormente a sucesos de orden mundial.  Los universitarios protestaban por la guerra de Vietnam.  El movimiento feminista hizo que los hombres “treparan paredes” cual la hiedra.  Martin Luther King, Jr. fue la voz de los derechos civiles, y los Kennedy la voz de Camelot.  El festival de Woodstock significó el amor libre; Timothy Leary significó LSD.  Los Beatles cambiaron la forma de hacer y mercadear la música popular.  Salvador Allende cayó en Chile; Castro y el Ché significaron revolución.  Hubo un reencuentro humanístico ligado a procesos de descolonización, particularmente en Asia y África.  Los años 60 significaron el tambaleo del bote social.  

Se efectuó un cambio histórico en lo que Ortega y Gassett llamó “la altura de los tiempos.”  Un cambio de percepción espiritual, tanto en el área social como en la económica.  En Puerto Rico, el Partido de Acción Cristiana llevó al Partido Popular Democrático (PPD) a su primera derrota.  La Reforma Universitaria arropó la Universidad de Puerto Rico y, a nivel eclesiástico, Thomas Liggett vino a tomar la presidencia del Seminario Evangélico de PR (Rosa 1997).  

Si fuéramos a analizar las causantes de los conflictos generacionales, los cuales causaron problemas y marginación a muchos, tendríamos que ver con detalle los aspectos antes expuestos.  

El fermento de los 60’s trajo el proceso de los derechos civiles de la nueva conciencia/sensibilidad creada por el mal llamado movimiento “hippie”.  Este movimiento, aunque muchos no lo reconozcan, tuvo aspectos positivos, tales como unos modelos de vida más simples y sencillos, menos comprometidos con el status quo, menos materialista.  Esta conciencia política llevó a una teología más militante en la vida social de la iglesia.  Ya no era acción social a la antigua, de tipo asistencial (Torres 1997). 

Las opiniones en torno al “conflicto” de Vietnam también pusieron en aprietos a esta generación que se levantaba en esta década.  Vietnam era un “issue” en PR, sobre todo porque muchos jóvenes participaron en ella, obligados y sin poder votar por el presidente que los enviaba.  También estaba el “issue” del servicio militar obligatorio, el cual no le agradaba a muchos.  En fin, la Guerra de Vietnam no era popular; hubo muchas quejas.  La iglesia tuvo dificultades con aquellos que se oponían a la guerra, y por ende tenía la tendencia de no tocar esos temas.  No orientaba a la juventud, y ésta tomaba muy en serio esas discusiones, esas realidades.  Las iglesias en PR fueron más fieles a lo que la administración Kennedy-Johnson hacía o decía que los mismos jóvenes en los EE.UU.  Mientras en los EE.UU. había preocupación en las iglesias, en PR había silencio.  Aquel, o aquella que levantara voz de protesta ante esto, se le calificaba como independentista o comunista.  Esa clasificación le traía problemas, entonces, con la iglesia (Vargas 1997).  

¿Quienes fueron estos problemáticos, protestantes, muchachos Discípulos de Cristo que no pudieron mantenerse alejados de la realidad que aquejaba su época?  Moisés Rosa los agrupa en un listado en su trabajo “Catorce Negritos y otros trabajos”.  Estos son: Pablo Maysonet, Juan Marcos Rivera, Gilberto Matos, Helem Melecio, Daniel Narváez, Jorge L. Bardeguez, David A. Vargas, Carmelo Álvarez, José González, José Hernández, Eliezer Torres, Luis F. del Pilar (en lugar de Francisco Resto), Lucas Torres y Moisés Rosa Ramos (Rosa 1994, contraportada).  

Contrario a lo que se ha pensado y se ha dicho, éstos no pertenecieron a un grupo como tal, o a una “ganga” de subversivos que se reunía constantemente.  Algunos fueron ubicados en este grupo de marginados por simple asociación, más otros sí fueron incluidos por algún tipo de acto o militancia abierta.

La Política y la Iglesia

El Rev. Joaquín Vargas, en su obra histórica de los Discípulos de Cristo en PR, nos aclara algo ya antes expuesto.  La Iglesia no ha estado inmune a las salpicadas del debate de todas las fórmulas políticas; y en su mayor o menor grado el liderato pastoral y el laicado de las congregaciones han participado en la pugna imperante en todos los sectores del país (Vargas 1988, 144).  

La ICDC en PR estuvo muy al tanto de los aconteceres mundiales de la época, y estuvo a favor de algunos de estos movimientos, tales como el de los derechos civiles en los EE.UU., dirigidos tan hábilmente por el Dr. Martin Luther King, Jr.  Este recibía respaldo absoluto del sector general en PR (Vargas 1988, 145).  Aunque muy al tanto de esto, la Iglesia estuvo muy reacia a inmiscuirse o relacionarse con el candente tema del “status” político de la Isla (Vargas 1988, 146).  Es aquí que entonces comienza el llamado “Conflicto Generacional” en la ICDC en PR, cuando algunos jóvenes seminaristas tomaron voz y posiciones en torno a los “issues” calientes preponderantes, y chocaron con la generación anterior, la generación de los “viejos”.

Hubo la creencia en algunos de que aquellos jóvenes habían ingresado en el ministerio cristiano con “reservas mentales” y motivados primordialmente por la idea de tomar la iglesia como “trinchera de combate” para defender un ideal partidista.  A la misma vez, por parte de ésta juventud hubo juicios ofensivos a la capacidad intelectual y honestidad de aquellos líderes que los habían precedido (Vargas 1988, 147).  

Muchos de estos pastores jóvenes tomaron unas posturas que para muchos eran preocupantes.  Les preocupaban los problemas de justicia social, la pobreza extrema y la solución del “status” político.   La mayoría de la generación anterior se opuso a que se tomara el tema del “status” como uno propio de ser incluido en la enseñanza, doctrina o teología de la iglesia, pensando que eso causaría divisiones dentro del seno eclesiástico (Vargas 1988, 146).  Lo irónico del caso era que muchos de estos mismos que criticaban a la generación joven, a la misma vez ejercían faenas políticas contrarias, activa y militantemente, con el mismo apasionamiento con lo que lo hacía la generación joven (Vargas 1988, 147).  

Vemos como una persona de la talla del Rev. Florentino Santana usó un sueño para exponer lo que estaba pasando y la forma en la cual iba a solucionarlo.  El Rev. Santana soñó lo siguiente siendo él Presidente de la Convención, y poco antes de la Convención en Hato Tejas en 1973 (McGrath 1986, 15).  En el sueño, el Rev. Santana era un campeón de lucha libre, y al terminar su pelea, en la que había vencido a su contrincante, apareció una legión de negritos.  En fila india se dirigían a él, pero los esperó en una esquina con mucho temor.  Al acercarse el primer negrito, lo golpeó y lo sacó de combate.  Uno a uno fue venciéndolos, y al salir nuevamente del cuadrilátero se le plantó de frente un negro grande.  Retrocedió varios pasos, lo observó y cuando el negro se le avalanzó, le dio un golpe seco y limpio en pleno rostro.  Al negro se le doblaron las rodillas y se desplomó.  Santana los contó.  Eran catorce negritos, y con profética voz declaró: “Ese no se levantará jamás.” (Rosa 1994, 4-5).  Así, el Rev. Santana, miembro de la generación anterior, vio lo que sucedía, y vio a los que estaban envueltos, y vio como terminaría todo.  

Entre Cristo y el Ché

Para entender un poco en que formas estos jóvenes estaban envolviéndose en los asuntos de la época, es necesario ver las acusaciones que el Dr. Florencio Sáez, Jr. hiciera en su libro “Entre Cristo y ‘Ché’ Guevara”, donde ridiculizó más el asunto ligando a seminaristas de muchas denominaciones al marxismo, castrismo, comunismo y socialismo.  El libro fue producto de que el autor escuchara un mensaje dado en la Convención ICDC de Toa Alta el 9 de febrero de 1969 por el Rev. Juan A. Robles titulado “Por qué es necesario una Renovación de la Iglesia.”  Y aunque produjo una reacción favorable del nuevo Presidente de la Convención, no fue así por parte de Sáez (McGrath 1986, 8-9).  El Presidente de la Convención era el Rev. Joaquín Vargas, y como respuesta al mensaje de Robles, él dictó uno el 6 de mayo de 1968, dónde tomó una postura intermedia y muy diplomática; dijo: “Los jóvenes no tienen razón para estar celosos de los más viejos”; “Los pastores mayores…deben aceptar el hecho de que nuestro ministerio en su fase activa y productiva ya se acerca a su término”; “Somos un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo.” (Vargas 1988, 147-149).  Sáez tuvo entonces una pugna con el Rev. Luis F. del Pilar, Director del Comité de Educación Cristiana, por éste haber escrito sobre el primero en el “Nuevo Educador Cristiano” del 14 de junio de 1968.  Esta lucha lo llevó a otras con los Reverendos Joaquín Vargas, Florentino Santana, Daniel Narváez y Eliezer Torres (Sáez 1972, 125-127).  

Según Sáez, estos movimientos políticos de tipo Castro-comunista, estaban siendo operados solapadamente desde el Concilio Evangélico de PR (CEPR), específicamente desde la Oficina de Trabajo Universitario, la Fraternidad de Universitarios Evangélicos y la Fundación de Jóvenes Metodistas.  Estaba a su máximo entre los profesores y estudiantes del Seminario Evangélico de PR (SEPR) (Sáez 1972, 15).  Sáez acusaba al CEPR y la Oficina del Pastor Universitario de dedicarse a reclutar estudiantes de la FUPI (Federación de Universitarios Pro Independencia) y del MPI (Movimiento Pro Independencia) con el propósito de evadir la guerra de Vietnam, y luego los colocaba en el SEPR (Sáez 1972, 7).  Para él, el movimiento marxista-leninista había estado operando subversivamente dentro de las iglesias y sus estructuras, y aquellos que se dejaban usar por estos movimientos eran unas “prostitutas”; esta acusación la refutó el Rev. Florentino Santana junto a los Reverendos Benjamín Santana y Antonio Rivera Rodríguez el día 6 de septiembre de 1972 en el Show de Tommy Muñiz (Sáez 1973, 50-58).  En esta entrevista televisiva, el Rev. Florentino Santana ripostó que él y otros líderes de la iglesia se habían quedado con una sola enseña: “Cristo”, más había otros que habían dejado a Cristo y se habían ido con el “Ché” Guevara, con Ho Chi Min y con Marx, y esos eran las “prostitutas”.  Veremos las acusaciones que hizo Sáez en torno a seminaristas Discípulos de Cristo.  Sáez le atribuyó a Jorge Bardeguez, Juan Franco, Juan Robles y Samuel Silva Gotay, la organización de los seminaristas en los desórdenes universitarios del 28 de octubre de 1966 (Sáez 1972, 49).  El Dr. Sáez dividió a los estudiantes seminaristas en dos grupos: 1) unos que abiertamente aceptaban y reconocían que deseaban el cambio y renovación de la iglesia, donde expresaban su odio al servicio militar obligatorio y al ROTC; 2) unos que negaban lo que hacían, solapados y calculadores, donde él ubicaba a Daniel Narváez y Luis F. del Pilar (Sáez 1972, 67).  También expone, entre las actitudes tomadas por estudiantes, el choque que hubo en la Calle Comerío entre los co-pastores José González, Pablo Maysonet y Miguel A. Morales con el Rev. Santana, pastor de dicha iglesia.  El Dr. Sáez lo expone como un frustrado “golpe de estado”, originado por un sermón predicado por Maysonet desde el púlpito.  Los tres co-pastores jóvenes tuvieron que abandonar la academia y la Iglesia de Calle Comerío como consecuencia de este incidente (Sáez 1972, 89).  Pero, ¿qué fue lo que Pablo Maysonet predicó que tanto molestó al Rev. Santana?   

El sermón fue titulado Confesión desde la diáspora, y fue predicado el domingo 13 de abril de 1969, usando como textos bíblicos Isaías 58.1-12 y Hebreos 13.12-13.  Empezaba él diciendo: 

“Ustedes, que por muchas noches corridas han estado expuestos a oír sermones que han agradado a sus oídos, permitidme ofrecerles algo un poco incómodo, no agradable en el sentido liviano de la palabra.”

“Amo demasiado esta obra evangélica para quedarme callado ante unas lacras que nos consumen y que nos tienen despistados en el mundo que Dios nos ha permitido ser.” (Maysonet 1969, 1)

Sabía Maysonet lo que podía pasar en “el estrecho círculo del ministerio Discípulos de Cristo, pero sobre mí giran ascuas de una responsabilidad mayor” (Maysonet 1969, 2).   Acusaba a la iglesia de enriquecerse de más templos, más escaños, más miembros y mayores presupuestos, y así estar más adentro de los círculos sociales y políticos que la llevaban a un conservadurismo extremo del “status quo” (Maysonet 1969, 3).  La acusaba de pretender tener una consciencia tranquila una vez que atrajera unas 600-800 personas a la Escuela Bíblica y las ofrendas semanales subieran a más de $1,000 (Maysonet 1969, 3).  Planteaba, y retaba a la Iglesia de Calle Comerío con el problema de la droga, la delincuencia, la pobreza extrema y la prostitución, y como ésta no tenía ningún programa para atenderlos (Maysonet 1969, 4).  Acusaba a su iglesia, también, de un fariseísmo en el cual ésta pensaba tener una “quincalla de dotes celestiales”, donde los de adentro estaban salvos, más los de afuera, no.  Maysonet vio en esta actitud un egoísmo proselitista donde se proyectaban sólo a la clase media del país.  Y fue más allá, dando un ejemplo de cuando unos niños pobres del caserío Virgilio Dávila fueron al templo, y oyó a alguien decir: “esos niños asquerosos lo que vienen es a molestar al templo” (Maysonet 1969, 6).  

Planteaba Pablo Maysonet que no se podía dar la espalda al destino político de la patria, que el cristiano debía ser “el más fiel patriota, el más honrado ciudadano y el más ferviente colaborador en el destino de su país”.  Puso como ejemplo las críticas que recibió por la oración de invocación que hiciera en las oficinas del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), y cómo el discurso y propaganda del Rev. Santana al desayuno del Gobernador no se cuestionó (Maysonet 1969, 8).    

A las pocas semanas el Rev. Pablo Maysonet y el otro co-pastor, José González estaban fuera de la Iglesia de Calle Comerío; Maysonet por su sermón y González acusado por estar de acuerdo con el contenido y no haber advertido de esto al Rev. Florentino Santana con anticipación (McGrath 1986, 12).  

Personas como las antes expuestas (Pablo Maysonet, José González, David Vargas y Lucas Torres) eran en esa época (y aún lo son) “jóvenes talentosos y de preclara inteligencia”, como lo expone Joaquín Vargas (Vargas 1988 145).  Es importante destacar que a estos ministros (y algunos candidatos al ministerio) se les unió el laicado de ambos sexos, y juntos sintieron que debían decir algo al respecto de la misión y función de la iglesia en el mundo contemporáneo, que la iglesia no podía mantenerse al margen de los problemas socio-económicos y políticos que afectaban al mundo, incluso a PR (Vargas 1988, 145).

Trasfondo de la Generación del 60

Para poder entender el por qué esta generación actuó como lo hizo, hay que exponer de dónde venían, teológicamente hablando.  

La generación que le precedía estaba dividida en tres alas: la Pentecostal, la Populista y la Intelectual.  En la Pentecostal se encontraban Cabrerita y don Gollito Florán, de Juan Domingo.  En la Populista estaban el Rev. Florentino Santana y demás simpatizantes del Partido Popular Democrático (PPD).  Y en la escuela Intelectual se encontraba C. Manly Morton como modelo, el Rev. Carmelo Alvarez y el Rev. Joaquín Vargas.  Eventualmente, a esta ala intelectual, y como sucesores específicamente de don Carmelo Álvarez, se les unió Pablo Maysonet, Lucas Torres y Moisés Rosa (McGrath 1986, 5).

Don Carmelo y su prédica fueron vital para despertar la consciencia social de la Iglesia.  Fue don Carmelo pastor de Lucas Torres por 10 años, y pastor de esa generación en Pájaros-Candelaria.  Bautizó y llevó al ministerio a Juan Marcos Rivera.  Fue él quien formó a Lucas, Pablo y a Moisés (en ese orden) con su prédica de consciencia social radical, donde su modelo de envolvimiento comunal y social no era de poner “parchitos”, sino realmente remover la comunidad, obteniendo como resultados la instalación de servicios de agua, luz y teléfono en el barrio Pájaros-Candelaria, y motivando a los jóvenes del barrio a estudiar.  Fue entonces que Lucas se convirtió en el primer joven del barrio que salió a estudiar a la Universidad de Puerto Rico siendo motivado por don Carmelo a una preparación para servir.  La prédica de don Carmelo también afectó al laicado, tales como Samuel Torres y Priscilla Torres.  Simple y llanamente esta generación se formó en esa sensibilidad, en esa visión de servicio, en lo que Lucas llamó el “romance del ministerio”.  Fue esa generación la que molió vidrio en la iglesia de Sonadora, adquiriendo experiencias en el campo, aquellas que afirmarían sus vocaciones.  Acudieron a un llamado ministerial unido a las corrientes teológicas y sociales de la década, donde no sólo era teórico, sino encarnacional (Torres 1997). 

Esta generación de seminaristas fue influenciada por los aconteceres de la época y fueron bajados del limbo teológico a la realidad dura de la Iglesia en PR.  Se empezó a hacer un análisis nuevo de la teología, visto en dos vertientes: 1) la renovación de la iglesia, y 2) el análisis marxista de la historia.  Entre las influencias literarias se pueden nombrar a Harvey Cox con su The Secular City: secularization and urbanization in theological perspective (1965), y a Thomas J.J. Altizer y William Hamilton, donde postulaban la “muerte de Dios” en el libro Teología radical y la muerte de Dios” (1967), recuperando la teología de Kant y Hegel.  Esta generación que atendía al Seminario Evangélico de PR tuvo dos profesores nuevos: Jorge Pixley y Justo González, de unos 26-27 años cada uno.  Estos jóvenes vieron un abismo generacional entre ellos y sus principales líderes denominacionales (Florentino Santana, Francisco Colón Brunet, Luis A. Orengo y Víctor Colón Bonet), formados bajo una espiritualidad muy vinculada al cambio político en PR el cual el PPD generó, y que utilizó a la iglesia evangélica como instrumento de americanización.  Había un vacío de la generación formada a finales de los años 50, haciendo que la generación que precediera a la del 60 fuera formada influenciada por la década del 30-40.  Es así que se crearon tres (3) conflictos:

  1. la distancia de edades y visión del mundo entre personas nacidas a principio de siglo y los que nacieron a mediados de la guerra.
  2. las formas en que los del 60 abordaron los estudios de las Escrituras, haciendo un examen crítico de los textos. 
  3. lo político, siendo una generación mayormente independentista.

Pero las áreas de conflicto mayormente eran la Biblia (con la interpretación de las Escrituras) y el aproximamiento al desarrollo urbano de PR, tomando una línea a favor de la independencia de PR y el inevitable choque con la generación del 30 (Rosa 1997).  Los estudiantes salían del SEPR con una mejor preparación para afrontar los problemas mundiales modernos y con una visión sociológica liberal y crítica sobre la religión, el hombre y el mundo (McGrath 1986, 6).  Esto produjo que la ICDC preparara un documento (“Objeciones al llamado Movimiento de Renovación…y recomendaciones”) el 18 de septiembre de 1969, donde objetaba los postulados de la crítica bíblica, el énfasis socio-político de la nueva generación y la institución educativa que forjaba esta concepción teológica: el Seminario Evangélico de Puerto Rico (McGrath 1986, 12-14).

La nueva interpretación de la Biblia y el cuestionamiento de muchos aspectos teológicos fascinó a muchos seminaristas.  Se quitaron la venda de los ojos y empezaron a ver las Escrituras con un ojo crítico.  Fue en el Seminario donde estos jóvenes comenzaron a dejar sentir su voz y a formarse en agentes de cambio dentro de la denominación.  Sin embargo, el Dr. Sáez dejó ver su posición en contra de estas nuevas tendencias, donde a todo aquel que se les uniera se le catalogaba como comunista y leninista-marxista.  A la misma vez que ocurrían estos hechos en el Seminario, en el mundo se organizaban los jóvenes cristianos, sobre todo en América Latina, y estos a su vez influenciaron al grupo de seminaristas en formación.  Grupos como DISAL (De Iglesia y Sociedad de América Latina), CELADEC (Comisión Evangélica Latinoamericana de Educación Cristiana), ULAJE (Unión Latinoamericana de Juventudes Evangélicas), CMI (Consejo Mundial de Iglesias), CNI (Concilio Nacional de Iglesias), UNELAM (Movimiento Pro Unidad Evangélica Latinoamericana), y Misión Industrial, entre otras.  El Dr. Florencio Sáez acusó a estas organizaciones de apoyar económicamente a profesores del SEPR y de tener la misión principal de estar en la iglesia para llevar a cabo una misión política de tipo partidista (Sáez 1972, 9). 

Es entonces cuando hay un choque con una generación pastoral más conservadora, la cual teme ser pastoreada por “comunistas” (McGrath 1986, 6).

Resultado: muchos fueron arrollados, dispersos y marginados.  La administración denominacional cayó en manos de un grupo inflexible que, no obstante estar motivados de la buena fe por salvar la iglesia de un “desmembramiento estéril y frustrante”, tuvo un lapso de “ceguera momentánea”, ante la fobia sobre un fantasma inexistente (Vargas 1988 151).  Las iglesias les cerraron las puertas a muchos seminaristas, como vemos en las Actas de la Junta Representativa del 13 de abril de 1966 donde la Iglesia del Salto de Comerío se reafirmó en no aceptar a un seminarista como pastor (McGrath 1986, 7).  

Cuando el Rev. Lucas Torres fue a pastorear la Iglesia de Pájaros-Candelaria, se produjo en el barrio una carta anónima titulada “Alerta, Comunidad de Pájaros”, donde se le acusaba de esconder la Biblia y usar el Manifiesto Comunista de Marx (McGrath 1986, 18).  Lucas también había tenido problemas con la denominación al predicar un mensaje titulado “Que cada uno vea como sobreedifica” en la Convención de 1973 en Hato Tejas.  Esta Convención también causó que el Rev. Isidro Díaz rehusara oficiar la Santa Cena luego de un mensaje dictado por el Rev. Gilberto Matos de University Gardens.  Aquí el Comité de Nominaciones mencionó que había que “cortar cabezas y manos” a los pastores radicales (McGrath 1986, 15).  

El Rev. David Asdrúbal Vargas (Druby), a pesar de nunca tomar plataforma política y nunca ser miembro de algún partido, se le marginó por simplemente apoyar la paz y no apoyar la guerra.  Mientras él pastoreaba la Iglesia del Kilómetro 5 en Bayamón (ahora Rexville), trabajaba para la Funeraria Ehret en Hato Rey, la cual tenía contrato con las fuerzas armadas para buscar cadáveres provenientes de Vietnam.  El Rev. Vargas se preocupó profundamente porque tenía que pastorear una iglesia de una denominación que no hacía nada acerca del conflicto, quizás influenciada por la tendencia de los medios noticiosos de aplacar el issue para no afectar la cuestión política de PR.  Tomó entonces la desición de hablarle a su congregación un domingo en la mañana, antes que tuviese que hacerlo cuando trajeran a uno de los suyos muerto.  Tomó la postura de oponerse al Servicio Militar Obligatorio, de oponerse a las guerras, y de oponerse a la guerra de Vietnam.  Le informó a la congregación que haría una declaración y la enviaría a la Junta Administrativa de la Iglesia, y a su vez asumiría toda la responsabilidad.  Para su sorpresa la congregación en pleno apoyó esa gesta pacifista y firmó la declaración.  La refirieron a un comité para que la procesara, y aún no se ha hecho nada.  Se corrió el rumor de que Druby estaba manipulando la Iglesia del Km. 5.  Al graduarse del SEPR y ser ordenado en el 1969, se puso disponible para una iglesia a tiempo completo, pero nunca le llamaron.  Después supo que se habían dado instrucciones de cuan “comunista” era él.  Es así que decide irse al Divinity School en Chicago para prepararse mejor (Vargas 1997).

Otros que se fueron al exterior a estudiar fueron: Pablo Maysonet, Jorge Bardeguez y Carmelo Álvarez, hijo (McGrath 1986, 7).

Más o menos para esta época (1973) la Junta Administrativa decidió que sólo iban a tener “standing” ministerial en PR los que estuvieran en PR en ese momento.  De esa manera David A. Vargas, Carmelo Álvarez, Lucas Torres y Juan Marcos Rivera quedaron fuera (Vargas 1997).

El Rev. Juan Marcos Rivera sufrió mucho esta decisión denominacional.  En su libro “Cartas a Jesús” expone que lo marginaron porque él no podía vivir ajeno a los procesos del mundo, no podía prestar oídos sordos a su clamor sin tomar la bandera de la justicia y hacerla suya para ser instrumentos de la paz de Dios (Rivera 1982, 71).  ¿Porqué actitudes y posturas cristianas causaron actitudes y posturas anti-cristianas?

Prolongación de la crisis hasta 1975

El Rev. Joaquín Vargas nos relata como, en el 1970, el Dr. William J. Nottingham, Secretario Ejecutivo para la América Latina y el Caribe dentro de la División de Ministerios de Ultramar de la ICDC en los EE.UU. y Canadá, se reunió con un pequeño grupo de pastores, incluyendo a los Reverendos Florentino Santana, José Erazo, Lope Díaz López, Juan Figueroa y Joaquín Vargas.  El consenso sacado de esta reunión indicaba que el punto de mayor fricción más bien era el tema político y, específicamente, el envolvimiento del ministerio de la iglesia en la política local de PR.  Lo más daño que causó fue la intolerancia, la falta de amor y respeto mutuos al igual que la carencia de reconocimiento de los méritos y valores intelectuales y espirituales que había en todos los bandos (Vargas 1988, 150-151).  

Como resultado se aprobó una resolución el 5 de febrero de 1975, donde la Junta Administrativa rechazó continuar manteniendo relaciones con la División de Ministerios de Ultramar y, específicamente, con el Dr. William J. Nottingham.  Se les acusaba de apoyar a los pastores de la disidencia juvenil.  Esta resolución fue firmada por los Reverendos Francisco Resto, Eliezer Álvarez, Domingo Rodríguez, Josué López, José F. Martínez, Carlos H. Viana, Florentino Santana, Isidro Díaz López, Juan Figueroa y el Pastor Pedro A. Cabrera (Vargas 1988, 151-152).

Al pasar los años, y especialmente con el Rev. Juan Figueroa como Presidente de la Convención, se sintió un esfuerzo de mejorar las relaciones con la Iglesia Madre en los EE.UU. (Vargas 1988, 155).  Entre otras cosas se reconoció el ministerio del Rev. Juan Marcos Rivera y su esposa Flor María después de más de 20 años de servicio misionero; y al Rev. Carmelo Álvarez Santos y su esposa Raquel por su labor en la educación teológica en México y Costa Rica (Vargas 1988, 158).

Conclusión

La “brecha generacional del 60”, el “conflicto generacional”, la historia de “los catorce negritos”, o como se le quiera llamar, no ha concluido aún.   Los nombres de la mayoría de los afectados han sido revindicados ya en otros lares.  La historia ha demostrado que lo que se dijo de ellos una vez, no era cierto: se dijo que no estaban genuinamente llamados al ministerio, que eran más políticos que pastores, que esos catorce “no nacieron pa’l ministerio”, que la mano de Dios estaba en esa limpieza.  De esos catorce, sólo uno dejó el ministerio.  

Carmelo Álvarez Santos estuvo 18 años como misionero en América Latina, presidió el Seminario Bíblico Latinoamericano en Costa Rica, y actualmente es profesor en Christian Theological Seminary en Indianapolis.  Es autor de varios libros y siempre ha estado ligado al Consejo Latinoamericano de Iglesias.  No dejó el ministerio. 

Jorge Bardeguez se fue de misionero a Nicaragua y actualmente pertenece a una iglesia pentecostal.  Enseña teología en el Seminario Pentecostal a gente humilde.  No dejó el ministerio.

Juan Marcos Rivera dió 25 años de su vida al servicio misionero en América Latina.  Organizó la Pre-Asamblea Constitutiva para formar el Consejo Latinoamericano de Iglesias.  Toda América Latina lo reconoce como un santo; en nuestra Iglesia se le reconoció como un revoltoso y agitador.  No dejó el ministerio.  

Pablo Maysonet fue pastor/sacerdote de la Iglesia Episcopal, y nunca ha abandonado el ministerio.

Moisés Rosa Ramos es el Secretario Ejecutivo del Concilio Evangélico de Puerto Rico.  Ha servido en varias iglesias nuestras cuando se le ha llamado.  Nunca abandonó el ministerio.

Daniel Narváez actualmente pastorea la ICDC Central y sirvió varios años como Secretario Ejecutivo de Sociedades Bíblicas.  Nunca dejó el ministerio.

Lucas Torres ha estado 45 años pastoreando, tanto en Puerto Rico como en los EE.UU.  Fue Director de la Oficina de Programa y Servicio a Congregaciones Hispanas y Bilingües.  Bajo él, se estableció una academia en Pájaros-Candelaria.  Desde 1992 es el Ministro General Hispano.  Nunca ha dejado el ministerio.

David A. Vargas fue pastor en la Iglesia del Kilómetro 5 y luego Pastor Asociado en la iglesia en Puerto Nuevo junto a su padre, el Rev. Joaquín Vargas.  Actualmente es el Secretario Ejecutivo para el Ministerio Común en América Latina y el Caribe. Colabora en la Junta de Síndicos del Seminario Evangélico de PR.  Su obra con las misiones Discípulos de Cristo, al igual que con otras, es bien reconocida y agradecida a través de toda América Latina.

A casi 30 años del momento cumbre de esta crisis, podemos decir que la brecha fue causada por el liderato, no por la iglesia.  Algunos de aquellos que acusaron formalmente a otros, fallaron moralmente.  

La reacción local fue más radical de lo que ameritaban los hechos.  La generación joven no supo canalizar, de una forma efectiva y paciente, sus inquietudes teológicas (McGrath 1986, 23).  Todavía se sienten los aires de “cazería de brujas”, especialmente cuando se nombran esos nombres para ocupar posiciones dentro de la Iglesia, tanto a nivel pastoral como administrativo.  Muchos de ellos se sienten marginados por algunos de sus compañeros ministeriales, sobre todo en el espacio que se les brinda en las convenciones y en otros medios de comunicación para dar a conocer la labor que ellos están realizando (Figueroa 1997, 84).

Por último, quisiéramos concluir con algo que el Rev. Moisés Rosa Ramos dijo a modo de resumen: 

“La ruptura histórica tendrá sus frutos cuando se pueda revaluar toda documentación y producción teológica nuestra.   Ahí se valorizará esa generación, y lo que ocurrió se verá como algo preparado por la historia precedente.  Para esa generación, la única alternativa era la de ruptura histórica” (Rosa 1997).

La generación de ahora tendrá que reevaluar los errores cometidos por las pasadas generaciones, enmendarlas y darle espacio a esta que ha sido relegada y marginada por tantos años.  La generación que fue marginada deberá de trabajar con la generación nueva y no cometer los mismos errores que con ellos cometieron.

Bibliografía

Figueroa, Rvda. Inés. 1997. La Iglesia en Puerto Rico: Realidad socioeconómica y respuestas eclesiásticas: Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en PR. Bayamón, PR.

Maysonet, Pablo. 1969. Sermón: Confesión desde la diáspora. Bayamón, PR.

McGrath, Lester. 1986. Guerra Civil Teológica en los Discípulos de Cristo (1960-1980). Trabajo  

   para el curso “Historia de la Iglesia en América Latina, SEPR.

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