Discipulado Intencional

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Dr. Daniel Rivera

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Discipulado Intencional

Se vive en tiempos de mucha complejidad social. Dentro de la actividad de fe, familia, ministerio y teología se mezcla una diversidad de preguntas sobre la “supervivencia” de lo espiritual en medio de estos tiempos. La verdad es que con demasiada frecuencia son más los supuestos que los enunciados. La actualidad está enmarcada desde tiempos pos-pandemia, posmodernos, pos-cristianos y pos-denominacionales. Esta actualidad no debe necesariamente desarmar los proyectos de fe sino animarlos a renovarse para buscar la pista de la intencionalidad del Espíritu para estos tiempos. Las luchas sociales sobre la diversidad, inclusión y justicia han recreado la necesidad de una fe concreta, una teología contextual, una iglesia pertinente y un liderazgo cristiano dinámico. Ante todo, existe una exigencia transformativa que invita a desligar la fe, la actividad ministerial y la acción social de la programación tradicional e innovar proyectos de Reino que inviten a construir nuevas realidades. Estas nuevas realidades no pueden existir por existir, deben presentar una intencionalidad espiritual que acompañe, forme y rete desde su quehacer.

La necesidad del discipulado cristiano

            El discipulado cristiano es un proceso educativo donde se desarrolla el corazón para el servicio, la mente para el acompañamiento, el espíritu para la intencionalidad y el contexto para recibir el Reino de Jesús. Según Mark Maddix y James Riley Estep[1], el discipulado que Jesús delegó en la Gran Comisión (Mateo 28:19-20) es uno que busca desarrollar la vida espiritual y personal de la gente mediante relaciones saludables. En segundo lugar, busca entender el contexto de la gente valorando que no todas las personas son iguales, pero valorativamente importantes. En tercer lugar, es un discipulado que busca desarrollar contextos educativos, donde el currículo de Jesús interviene desde cómo recibimos a las personas, qué le enseñamos, los lugares donde les invitamos, como interactuamos con ellos y el necesario proceso del envío. Y, en cuarto lugar, el discipulado de Jesús nos coloca ante el reto de ser facilitadores del proceso de aprendizaje de las personas. Esto último, se hace difícil puesto que en la iglesia se acostumbra a ver al liderato hacer “de todo”, pero en este punto, la responsabilidad del discipulado es crear un balance entre proceso y contenido. La necesidad imperativa de contar con un proyecto de discipulado asegura la interacción entre la fe y las etapas de la vida. Esta interacción produce relaciones formativas dentro y fuera de la iglesia que nutren a las personas en cada una de sus etapas de vida; por tanto, debemos comprender de ante mano, teológica y existencialmente, que el discipulado dura toda la vida.

La consciencia de las generaciones emergentes en el discipulado

            Una vez el concepto del discipulado esté claramente definido, integrar el proceso de lo “intencional” será el próximo proyecto. Ser intencionales es actuar con propósito y visión. Desde esta realidad, el quehacer del liderazgo cristiano debe verse lejos de lo automático y cerca de lo innovador. Ser innovadores desde la fe, el ministerio y la teología busca conciliar tiempos, formas y estilos desde nuevos contextos para mejorar la experiencia de la fe. Vivimos también entre realidades de generaciones que necesitan una atención particular. Tenemos a la Generación de los Millenials (1981-1996), está orientada hacia el trabajo simplificado por la tecnología, la socialización innata, colaborar entre sí y son apasionados por sus valores. También está la Generación Z (1997-2012), nativos digitales, valoran la estabilidad debido a las crisis económicas y sociales que han vivido, a su vez son una generación solitaria por toda la filosofía individualista que les ha formado y son consumidores de las interacciones sociales virtuales. Recientemente tenemos la Generación Alpha (2010-2025) quienes desde su composición familiar puede variar de un solo padre o madre, son más hogareños, mayor interés y accesibilidad por la universidad y su mayor instrumento es la tecnología.[2] Son estas contextualizaciones las cuales deben apuntar a la claridad del ejercicio del discipulado como una experiencia renovadora para la fe.

            Al conocer a quienes va dirigido la intencionalidad del discipulado, se puede entonces vislumbrar una renovación programática y espiritual. Las tradiciones espirituales de la iglesia, como lo es su programación educativa, deben trascender luego de los tiempos pandémicos, virtuales, digitales y de cambios constantes, a una renovación concreta que apunte a una revolución de fe. Esta revolución debe darse desde la institución misma de la iglesia, quienes la piensan y quienes participan de ella. Esta revolución intencional provocará un contexto de aprendizaje que regrese de las periferias y centre la vida de muchas personas que han pensado que no hay lugar en la iglesia para ellos y ellas.[3] Todo este esfuerzo intencional debe darse desde la reflexión entre los “por qué” y “para qué” del discipulado. Se discipula porque es un mandato de Jesús y se discipula para ser como Jesús. Es por tanto que las instituciones religiosas e iglesias, deben tomar un tiempo para reflexionar en cuan intencionales son con sus proyectos de discipulado en la vida de quienes se llaman ser creyentes y quienes aun no creen.

Acercamiento Bíblico del discipulado intencional

            En la formación cristiana desde los tiempos grecorromanos, la catequesis, que significa en griego “para enseñar”, afirma Kyle Hughes que no era meramente una instrucción esencial sobre la verdad sino un entrenamiento diferente para toda la vida.[4] Desde un entendimiento bíblico, el discipulado cristiano tiene la intención de aspirar a una llenura espiritual de contenido (2Ti. 3:16-17), lógica (Rom. 12:2), espiritualidad (Jn. 15:5-8) y piedad (2Pe. 1:5-7) para con el prójimo. Para dar forma al acercamiento bíblico del discipulado intencional, sería provechoso analizar rápidamente encuentros colectivos e individuales, para dar estructura de misión y formación a la experiencia del discipulado.

Antiguo Testamento- Nehemías 2:11-20

            Nos encontramos con unos muros destruidos, una ciudad en ruinas, un pueblo con una crisis social-política-religiosa que le hacía pensar que Dios se había olvidado de sus promesas. Una muralla para el contexto de hoy puede tener un significado bien relativo, sin embargo, para el tiempo pos-exílico, las murallas simbolizaban la protección, identidad, economía y afirmación de Dios hacia su pueblo.[5] La transformación colectiva es un proceso emocional y estratégico que busca desarrollar una identidad común, habilidades y destrezas sociales, afirmar restauración de lo comunitario y brindar respuesta a algún problema. Esta transformación debe ser un elemento crucial para el discipulado intencional en la congregación.

La mayoría de los y las líderes en las iglesias escuchan lo que es importante para la congregación, entiéndase el frente religioso, en vez de lo que es importante para la gente.[6] Para la transformación colectiva, desde el discipulado, se necesita conocer la verdadera necesidad del pueblo, que no era que Nehemías llegara con toda la escolta militar ni con un permiso real sino que escuchara su sentir y desespero emocional-teológico, pues pensaban que por los muros ser destruidos, Dios les tendría por olvidados y no tendrían honor como pueblo. Los muros caídos perpetúan mentalidades que deben ser atendidas desde un discipulado sensible y un cuidado teológicamente profundo. El discipulado que Nehemías presenta al decir “Venid y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio”, les declaró que Dios estaba en la disposición de atender su necesidad. La experiencia del discipulado intencional brinda un nuevo significado desde la fe, puesto que presenta un liderato que escucha, que encarna, sabio, visionario y pertinente.

Este discipulado está impregnado de experiencias de liderazgo y renovación, como experiencias que fortalecen la fe y la formación del discípulo y discípula. Muriel y Duane Elmer presentan unos modelos de liderazgo intencional que, a su vez, reflejan la intencionalidad de Nehemías. Primeramente, el liderazgo cognitivo, Nehemías creo su cuidado a base de la experiencia de ver la devastación de las murallas. Segundo, liderazgo afectivo, Nehemías escuchó al pueblo, a la oposición, analizó el sistema y les propuso una solución interna para un desarrollo externo. Finalmente, un liderazgo conductual, donde a través de su acción, planificación, motivación e inmersión en su necesidad, logró la respuesta afirmativa del pueblo ante su situación y querer la transformación.[7] A pesar de la oposición interna del desánimo, la burla externa por los poderes políticos contrarios, los pocos recursos y las amenazas, Nehemías le respondió al desafío de Sanbalat y Tobías, no con autoridad política sino en fe. Esta es la necesidad de transformación-colectiva que necesita la iglesia hoy. Personas que pasen trabajo analizando la cultura, la sociología, la economía y política del lugar, que pregunte, escuche y anime a la congregación a retomar los procesos ministeriales y actuar en pos de la visión de Dios y la necesidad pedagógica del pueblo. Pues la transformación-colectiva de la iglesia, habiendo clarificado y reintegrado su identidad, su fe provoca un discipulado que responda; “El Dios de los cielos nos prosperará y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos…” (v20).

Nuevo Testamento- Hechos 8:26-40

            Luego de ver la importancia e implicaciones de la transformación colectiva, la narrativa bíblica nos plantea escenarios de intervenciones personales. El discipulado individual tiene su valor en ser un proceso racional, igualmente importante que la colectiva, al reintegrar las necesidades personales a la luz de una nueva verdad sanadora, restaura la imagen individual como objeto de cambio y trasciende las limitaciones internas y externas para transformarlas en valor. La transformación desde el discipulado también tiene su impacto para la iglesia viva y visible, que es la humanidad. Es por esto, que la renovación debe darse, luego de alcanzar el plano colectivo, se dirige hacia lo personal como manejo las experiencias, prepara una articulación coherente de la fe en constante transformación.

            El libro de los Hechos de los Apóstoles, como segunda obra del autor del Evangelio según Lucas, presenta una evolución orgánica en el compartir la buena noticia del evangelio de Jesús para todo ser humano. Es la renovación intencional de la iglesia en Hechos, la que se presente como un proceso cultural, religioso y guiado por el Espíritu, que busca dar secuencia a la ampliación del evangelio hasta los gentiles.[8]

            Mediante una visión con un ángel del Señor, se le dice a Felipe que descienda de Jerusalén a Gaza. En esto, Dios preparó a Felipe para otro tipo de encuentro teofánico o carismático, de índole transformativa para sí y para otro más. Se encuentra en el camino a un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual cuidaba sus tesoros, que vino hasta Jerusalén para adorar. Es importante señalar la realidad de este eunuco. Es posible que fue castrado desde niño, donde en la antigüedad se castraba a los esclavos para hacerles más dóciles y para evitar la reproducción y mezclarse con la sangre real. Estos llegaban a ser consejeros y ministros de los poderosos, porque no tenían descendencia y no presentaban ser una amenaza para sus superiores. El punto es que el eunuco venía a adorar.

            La inclusión y expansión del evangelio de esta historia es tanto misión como la acción que realizó Felipe para crear una consciencia sobre el reconocimiento de los gentiles como quienes pueden llegar a la Iglesia hoy. Para Wendi Sargeant, la educación cristiana es el proceso intencional donde las personas son guiadas en su desarrollo-holístico cristiano, donde se guía para una responsabilidad personal sobre la fe.[9]

            Lo que presenta del etíope es una disposición de hacer las cosas “bien” para acercarse a Dios, llegar “preparado” para adorar y poder tener un encuentro personal. Sin embargo, el próximo suceso es muy profundo; “¿Entiendes lo que lees?, le dijo Felipe. ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?, le contestó el etíope.” (v.30) El significado detrás de la pregunta de Felipe es una pregunta estructurada en forma curricular que confronta la intención del discipulado. La Torá se leía en tres niveles de significado; peshat (significado literal), darás (significado práctico o extendido) o son (significado místico)[10]. Por tanto, la pregunta de Felipe viene informada para manejar la necesidad pedagógica del etíope y proveer una experiencia significativa para el desarrollo de su fe, lo que viene a ser modelo discipulado intencional e individual. La guianza que le reclama el etíope implica el acompañamiento literal por un camino, lo que introduce un componente simbólico de la teología del libro de los Hechos justa para la transformación educativa. ¿Cuánta gente le pide a la iglesia hoy que les guíe?

Discipulado Intencional

            Cuando contrastamos las narrativas de Nehemías y el encuentro de Felipe con el etíope, nos damos cuenta de que la intencionalidad puede darse desde los escenarios más carismáticos y sobrenaturales, como desde el hecho racional de tener un compromiso con la patria. El discipulado intencional nace desde “el querer como el hacer” (Fil. 2:13) para realizar la misión con propósito. Jesús, ejemplo por excelencia para nuestro llamado, ejerció su ministerio terrenal con una intencionalidad que se manifestaba entre la intención divina y humana. Uno de los textos más importantes de los evangelios es el Sermón del Monte (Mateo 5-7). Ese sermón es un proceso de discipulado y mentoría donde Jesús toma los valores del Reino para atender necesidades, preguntas existenciales y situaciones complejas de la sociedad. Discipular a alguien es una relación vocacional y espiritual para con otras personas.[11] Responder al llamado de la mentoría y el discipulado tiene la implicación de desarrollar relaciones que guíen, inspiren y animen en medio de la jornada espiritual. El proceso intencional de formar personas ya sea desde un lente digital, presencial, secular o en las periferias de la vida tiene que ver con caminar entre sus realidades; no como quien manda sino como quien acompaña. La centralidad de un discipulado intencional es acompañar para que otros sean libres, escuchar para que otras sean transformadas, servir para que se reafirmen en el amor de Dios y su fe se extienda hacia la misión. En otros aspectos implica un modelaje vulnerable; desde la fe, la teología y la adoración mostrar una humanidad que encaje con la vida. Finalmente, el discipulado intencional busca ser signo del amor de Dios, puesto que es alguien que ha sido testigo de la renovación y es alguien que da testimonio desde su mensaje para acompañar en la formación de otros y otras hacia Dios.[12]


[1] Maddix, M., Riley Estep, J. Practicing Christian Education. (Grand Rapids; Baker Academic 2017)

[2] Annie E. Casey Foundation Survey (2019-2021)

[3] Galilea, Segundo. El Camino de la Espiritualidad. (Quintaparedes; San Pablo 1997).

[4] Hughes, Kyle. Teaching for Spiritual Formation. (Oregon; Cascade Books 2022).

[5] Manfred Oe ming. Isaac Kalimi (Ed). “The Real History; The Theological Ideas Behind Nehemiah’s Wall”; New Perspectives on Ezra-Nehemiah: History and Historiography, Text, Literature, and Interpretation. (Indiana; Eisenbraus. 2012), 136-138.

[6] Scott Cormode. The Innovative Church. (Grand Rapids; Baker Academic. 2020), 9.

[7] Muriel Elmer. Duane Elmer. The Learning Cycle; Insights for Faithful Teaching from Neuroscience and the Social Sciences. (Downers Grove; InterVarsity Press. 2020), 17.

[8] Antonio Piñero. Guía para Entender el nuevo Testamento. (Madrid; Editorial Trotta. 2006), 356.

[9] Wendi Sargeant. Christian Education and the Emerging Church: Postmodern Faith Formation. (Oregon; Picwick Publications. 2015), 67.

[10] Luke T Johnson,. Daniel Harrington,(Ed). Sacra Pagina: The Act of the Apostles, Vol. 5 (Minnesota; The Liturgical Press. 1992), 155.

[11] Moore, Mary Elizabeth. Teaching as a Sacramental Act. (Cleveland; The Pilgrim Press 2004).

[12] Peiro, José Miguel. El Cristo Educador: Una Teología del Educador Cristiano. (España; El Ojo de Poe 2021).